no venimos del mono. lo siento, señor darwin.
somos lobos sin pelo que andamos por el mundo en posisión erguida, pero con esos ojos crueles e inyectados en sangre y esas fauces repletas de cuchillos con que los lobos viajan por el bosque del caos, paidófilos y arteros.
en nuestro más añejo depósito de mitos, vive, junto al vampiro, el peludo hombre lobo.
de la misma manera en que hyde domina a jekyll, la bestia que se agita en las oscuridades de nuestro yo, termina por imponerse al ángel que fuimos no sé cuándo (o no lo fuimos nunca), y, aunque nos disfracemos de tiernos corderillos o de dulces abuelas por puro pasatiempo, somos, allá en el fondo, lobos depredadores que aúllan a la luna en la terrible noche de la razón, allí donde habitan los monstruos y tienen su refugio las negras pesadillas.
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LUIS ALBERTO DE CUENCA
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